martes, 7 de noviembre de 2017

La colaboración de la profesora Ascensión Marcelino Díaz en Murray Magazine sobre el acoso sexual


#MeToo

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ANÓNIMA

Sufrí abusos sexuales cuando era pequeña. ¿Sabías que lo más normal es que la víctima conozca bien al agresor?
El abuso generalmente deviene en silencio y autorepresión, como fue mi caso. En largos años de silencio, vergüenza, culpa, miedo. Si a un adulto medio le cuesta hablar, imagina la resistencia psicológica que se crea un niño o niña. El abuso explica mi ansiedad crónica convertida en trastorno alimenticio (caí dos veces en la bulimia y, aunque hoy esté superada, sigo con trastornos y batallando por decirle cada día a mi cuerpo que es precioso y digno de ser amado), mis depresiones continuas, mis pesadillas, mi baja autoestima, mi tendencia a la autodestrucción y a enredarme en relaciones tóxicas, mis pensamientos suicidas, la merma de mis habilidades sociales, mi insomnio, mis graves problemas de identidad, mi sensación permanente de «No estoy bien, no encajo, no puedo» y la dificultad para desarrollar vínculos afectivos sanos. Un abuso no es un acto sexual: es un acojonante efecto dominó sobre el alma de otra persona, es un acto de dominación y poder.
Mucho tiempo después me liberé yo sola: lo conté. Tantos años evitando enfrentarme a mí misma dolieron como si me abrieran en canal. El cuchillo revelador fue un libro feminista, concretamente una frase: «Si no lo cuentas, nunca pasó». Me sorprendió mi entereza mientras verbalizaba, supongo que ya había llorado bastante por dentro. Cuando lo conté, poco a poco y escogiendo bien a quién quería abrirme, mi entorno me arropó. Y sentí que me devolvía una parte de mi vida a mí misma desde la sinceridad, la coherencia y el amor propio restituido. Como tras una catástrofe, tocaba hacer balance de daños y ponerse a reconstruir destrozos. Empezaron mis autocuidados intensivos. Los demás entendieron mi vulnerabilidad, aunque yo me considero ante todo una superviviente, y los supervivientes son extremadamente fuertes. Leí que nunca es tarde para tener una infancia feliz. Estoy de acuerdo.
Sigo sin plantearme mi identidad en términos de odio, rencor o perdón, porque en mi autoconcepto no hay espacio para el agresor: tan sólo para mí misma, para mi crecimiento, mi bienestar. Elegimos ser a partir de lo que nos dieron, de lo que nos hicieron, por eso rechazo el papel de víctima para elegir el de mujer consciente y alerta. Lo único que siento desde entonces es una paz inmensa y la convicción de que nadie llegará a quererme nunca como yo lo hago hoy. La reconquista de todo lo que alguien nos arrebató —la dignidad, el valor, la confianza, la alegría, la ilusión por las pequeñas cosas, la seguridad en una misma— se hace día a día, pero es un camino que no puedes hacer sola. Aunque a veces es difícil, a medida que se avanza va siendo más reconfortante.
Tu cuerpo te pertenece y silenciar cualquier forma de abuso es condenarte al exilio de ti misma. Si no lo cuentas nunca te habitarás. No importa si es un compañero de trabajo, un familiar o un desconocido: la culpa nunca es tuya y podemos ayudarte. Yo sí te creo. Habla. #MeToo

ÁNGELA MÁRQUEZ

El señor que me gritó: «Tienes pinta de tener un gran coño». Él tenía más de 50 años. Yo 12 y ni siquiera pecho. Los que lo oyeron no hicieron nada. Hubo dos que rieron. La vergüenza.  El asco. El miedo.
El chico que se pegó a mi espalda y rozó su sexo conmigo todo lo que pudo hasta que bajé corriendo en la siguiente parada. La parálisis temporal en mi cuerpo. La vergüenza. El asco.  El miedo.
El hombre que me siguió durante 35 minutos del que sólo recuerdo su sombra. Muy pegadita a la mía. Y cómo me empujó a un pasaje. Y cómo metió su mano bajo mi falda. Y cómo salió corriendo. Y cómo el sudor frío en mis manos que apretaban el manojo de llaves por si necesitaba defenderme pero que fui incapaz de utilizar. Y las duchas sucesivas que no parecían suficientes. Y la vergüenza. El asco. El miedo. #MeToo

Una de cada cuatro mujeres en Washington D.C. ha experimentado algún tipo de acoso sexual en el transporte público.

TAMARA FARIÑAS

Seguimos sin entender exactamente que el acoso no es algo que se produce desde el momento en el que alguien toca a otro alguien sin consentimiento. El acoso empieza en la vista, en la palabra, en algo que muchas veces ni desde el principio somos conscientes de qué es. Y otras tantas no percibimos el acoso como lo que es hasta que alguien con un nombre que suena mejor que el nuestro y que tiene una mayor proyección cuenta, en otras palabras, una historia que nos suena. Un día, de repente, entendemos que aquel jefe que miraba lascivamente a una compañera, o a nosotras mismas, ya estaba siendo un acosador. Mientras nadie habla. Y otro día, comprendemos que que nos griten «¡bonita!» por la calle no es ningún piropo. Y al final ya somos capaces de decir, quizás con la voz suficientemente alta como para que nos oigan pero aún atenuada por la vergüenza y el pudor, que todas, absolutamente todas, tenemos una historia que contar. Pero cuando creíamos sentirnos liberadas todo vuelve a su sitio y nos dicen: «¿Y por qué lo cuentas ahora, y no lo hiciste entonces?». Y agachamos la cabeza y creemos que no tenemos otra opción. Porque incluso cuando sabemos identificar el acoso, cuando tenemos fuerza suficiente para denunciarlo alguien nos mira, cambiando la mirada lasciva por otra que deja ver un paternalismo que nos juzga, sin razón y sin sentido, y esta vez es nuestra alma la que está siendo acosada para que no hable algo de lo que otros podrían sentirse culpables. Y así, siempre la culpa es nuestra#MeToo

RAQUEL G. IBÁÑEZ

Los diecitantos
Convivir en el instituto con la rifa de carne diaria, entendiendo la virginidad como un lastre que debe ser superado, cuanto antes mejor, asumiendo que parte de todo ello, pasará a ser información de dominio público en el patio, en corrillos y en grupos.

Comenzar a salir de fiesta, en tu pueblo, en tu barrio. Asistir a botellones y creerte rebelde, lo de siempre. Grupos de chicas con chicas, de chicos con chicos. Ser una pieza más, una línea en una lista que debe ser tachada.

Negarte a formar parte. El aislamiento y el destierro a los márgenes: la rara. Después, el castigo: la fea, la estrecha, la difícil, la gorda, la indeseable.
Los veintitantos
Hacer la matrícula de la universidad mientras futuras compañeras te dicen «en esa clase no. El profesor es un baboso».  Que lo entiendas como algo factible dentro de la institución universitaria.

Cinco años después, sigue ahí. Las historias sobre él y cómo trata, mira y evalúa a las alumnas, también.

La vida nocturna y ser abstemia son dos factores que me han permitido controlar más pero, a la vez, ser testigo de ciertos modus operandi demasiado frecuentes. Beben, bailan, se divierten. La chica no quiere, el chico le da de beber más, le coge de la cintura bajando su mano hacia su culo y acerca su cara a la de la chica. La chica baja la barbilla, retrayéndose sobre sí misma. El chico la acerca agarrándole más fuerte, le levanta el mentón: a veces dirá algo ridículo digno de comedia romántica, otras veces gruñirá borracho, otras simplemente le meterá boca insistentemente.

Seguramente haya un grupo de amigos a menos de cinco metros contemplando todo, riéndose de él y a la vez aplaudiendo sus maniobras torpemente. En caso de que una amiga de ella se acerque a mediar en la situación, será una variable mal acogida: «Ya llega la amiga pesada a cortar el rollo», dirán.

En lo personal, he tenido que sufrir el aislamiento por no “dejarme llevar” No obstante, aunque no haya experimentado encontronazos esporádicos en el ámbito festivo, sí he tenido que aguantar comportamientos de este tipo dentro de las relaciones que establecía: Primer novio, el novio del “nunca más”, el que “te dejas llevar” porque ya que todo el mundo te lo reprocha, piensas que con él sí merecerá la pena. El segundo, tercero, cuarto… el rollo estable de entre medias. Los tíos que aunque te hayan dicho «te quiero» se quedan chafados porque estés cansada, porque un día tengas otras prioridades, ya sean dormir, currar, o leer. Los tipos que elogian tu cerebro pero que en algún momento cuestionan tu cuerpo, se ríen ligeramente de tus dudas dinamitando tu autoestima fugazmente. Aquellos que te enfadan contigo misma porque, sólo con ellos, “traicionas tu feminismo”: en la calle, en el dormitorio y, mucho peor, entre la cabeza y el corazón.

Aquellos que, cuando se van o cuando los echas, te sumergen en un proceso de reidentificación con una misma. Aquellos a los que no echas de menos.

La madurez  
Comienzas a currar en cosas que te gustan por muchas horas y por poco dinero, creyendo en la meritocracia como un camino a largo plazo pero certero. La letra pequeña es descorazonadora: tu silencio y docilidad es la clave.

Aguantas comentarios, aguantas jerarquías, aguantas “lo normal”. Porque es normal sentirse el último eslabón, porque es normal que ser joven implique ser un objeto, porque lo normal es sonreír frente a cualquier falta de respeto, porque lo normal es esquivar los encontronazos con elegancia, haciéndote la tonta y al día siguiente borrón y cuenta nueva.

Vas cumpliendo años (con la preocupación de la vejez y todas las cosas que debemos cumplir a rajatabla como mujeres que van acumulando años en su documento de identidad) y empiezas a sospechar que todo “lo normal” es un sinónimo de bullshit, de una mierda muy perversa, muy dañiña, que te puede llegar romper emocionalmente.

Y acudes todos los días a un trabajo donde las mujeres, además de hacer todo lo importante y no aparecer en los créditos, deben saber sonreír y poner cafés en las reuniones donde seguramente le han hecho entender que acude como una más. Donde en el organigrama del curro, los jefes son hombres, las ejecutoras son mujeres y los salarios, como es de esperar, son desiguales. Donde, en cada reunión, en cada visita, descubres un hombre mirando de arriba abajo tu cuerpo, tus tatuajes, tu color de pelo. Donde te preguntan tu edad, tu estado civil. Donde, cuando prefieres dar la mano en vez de dos besos, sabes que acabas de cerrar la puerta a un trato.

Y en aquellos trabajos no alimenticios, donde realizas proyectos por amor (al arte, en su mayoría), ves como el networking se ha enviciado dejando de ser esa herramienta de marketing repleta de post-it y tarjetas de visita, al menos para las mujeres. Las que tenemos que estar siempre perfectas, no querer ser madres, ocultar nuestras parejas: ser, literalmente, 100 por 100 disponibles. Donde aguantamos a coleccionistas decir «No compro obra de mujeres porque su carrera se acaba cuando tienen hijos», o huimos elegantemente de las propuestas indecentes de algunos comisarios, que de manera invisible te “hacen una oferta que no podrás rechazar”.

Las que nos sentimos culpables de escribir esto con las tripas revueltas, autocensurando detalles, nombres, narraciones escabrosas. La culpabilidad de ir a lo génerico por evitar remover recuerdos que creíamos ya sobrepasados, por no querer ver nuestra vida, nuestra intimidad expuesta, por no volver a sentirnos rotas. La ansiedad que genera leer caso tras caso en los periódicos y ver que es algo tan generalizado que asusta pensar en cómo puedes cambiarlo. El pensar en que las nuevas generaciones de chicas, las que ahora mismo están saliendo de las tripas de sus madres, no deberían tener que escribir #Metoo en sus vidas. #MeToo

En EEEUU, el 23 por ciento de las estudiantes universitarias declararon haber sufrido algún tipo de agresión sexual o conducta sexual indebida.

DIANA OLIVER

Tengo 36 y he olvidado muchas cosas; supongo que porque a mi memoria le estorbaban, como decía aquella canción de Héroes. Tengo que hacer grandes esfuerzos para volver a mi infancia y a mi adolescencia. Si apuro un poco, recuerdo lo fácil que era que te tocaran el culo o las tetas, aunque dijeras que no. O aunque ni siquiera te diera tiempo a decir nada. También la ilusión que me hacía que me silbaran por la calle, como si aquello sirviera para engordar mi ego. Gusto. Les gusto. Todo está bien.
Pasé miedo muchas veces al volver a casa sola. Aceleraba el paso como si me estuvieran persiguiendo. Una vez paró un coche a mi lado. Estaba lleno de chavales que me decían algo mientras se reían y me invitaban a subir. Entonces ya no me hacían tanta gracia los silbidos y provocaciones. Corrí  rápido, tan rápido como dudo haya llegado a correr nunca.
Ya pasaba los 20 cuando me enganché a una relación tóxica con uno de esos chicos que te dicen «buenos días, princesa» cada mañana mientras controlan absolutamente todo lo que haces. Una persona celosa que entra en cólera si te pones una camiseta que enseña más carne de lo que considera que se puede permitir. Una persona de esas cuyas caras pueden hacer que te tiemblen las piernas y el alma de puro miedo. Imposible olvidar el día que me persiguió en coche, con la cara desencajada. Fueron casi diez años, hasta que dije basta ya. #MeToo

MARIASCEN MARCELINO

Cejas anchas en un rostro castaño de ojos de almendra, el vestido azul cielo raso y el cabello sujeto al lado izquierdo de mi alma inquieta, un cuerpo por esculpir en el que despuntaba ya la mujer que debía de nacer, en las sandalias planas de mi zapato  de niña de aquél verano en el que descubrí manos adultas que querían barrer de mi cuerpo la inocencia que aún guardaba de mis 14 años sin cumplir. Un estío de rosas, salitre y sol, de diario de hojas arrancadas, y de palabras mudas que no salieron de mi boca, de culpabilidad y de vergüenza, de silencio y de rechazo, de miedo a otras manos y de otras miradas que  me despertaron del limbo y me lanzaron de lleno al mundo real del deseo de los  otros, no al mío. Y dije no. Muchas veces. #MeToo

En la Unión Europea, del 45 al 55 por ciento de las mujeres han sufrido acoso sexual desde los 15 años.

PILAR CÁMARA

Recuerdo tener 15 años. Volver a casa en el metro a eso de las diez de la noche. 15 años. Un hombre de más de 70, bigote blanco, sombrero negro, me manosea. A mí, que tengo 15 años. No digo nada. No puedo decir nada. No hago nada. No puedo hacer nada. No me lo permiten ni la culpa ni la vergüenza.
Recuerdo tener 20. En el trabajo. Un hombre, uno de mis jefes, me comenta lo siguiente: «Esos pantaloncitos te los tienes que poner más días, porque lo digo yo, que soy tu jefe». Y se ríe. No creo ni que se acuerde. No creo que jamás se me olvide. No digo nada. No puedo decir nada. No hago nada. No puedo hacer nada. No me lo permiten ni la culpa ni la vergüenza.
Recuerdo tener 33. Estar embarazada, en una feria. Un hombre joven pasa por mi lado, muy cerca de mí, y murmura mirándome la tripa: «Ojalá te la hubiera hecho yo». No digo nada. No puedo decir nada. No hago nada. No puedo hacer nada. No me lo permiten ni la culpa ni la vergüenza. #MeToo

NAZARET CASTRO

Me resisto a hablar de las ocasiones en las que me he sentido sexualmente agredida porque ya sé cuáles van a ser los comentarios al respecto. #MeToo

En algunos países, hasta un tercio de las adolescentes afirma que su primera relación sexual fue forzada.

GENOVEVA ARCAUTE

Cuidar a las niñas, nunca será dicho suficiente
pero
cómo se las cuida en casa,
del novio de mamá,
del padrino
del tío
del hombre que está abajo atrás de un escritorio
y sube a reparar lo que está roto
del profe de gimnasia que ayuda
a hacer la vertical
¿ponerle camarita en la braguita?
¿un botón a mamá en en una mano?

enseñarles a gritargritargritar
contarcontarcontar
corrercorrercorrer
señalar con el dedo como un arma#MeToo

ANÓNIMA

Crecí viendo como un hombre mayor se masturbaba delante de mis amigas y de mí en el parque. Era algo normalizado e, incluso, parecía  gracioso…
De adolescente, tuve que refugiarme en casa de unos desconocidos porque un hombre me perseguía.
A una vecina la intentaron violar en la puerta  de su casa. Muchas veces dejé de salir por la noche por el miedo de volver sola a casa. Y ya, directamente, no salgo. Me he cansado de que me traten como un objeto sexual y tener que quitar manos de mi culo. El colmo fue una noche que  pedí a un portero que echara a un chico que  me tocó. El portero, después  de dudar de mi, le recomendó al chico que tuviera más  cuidado.
Tuve que huir de un taxi en marcha porque el taxista cambió su rumbo mientras me decía «¿tienes miedo?».
Un jefe hizo el gesto de bajarse la  bragueta cuando reclamábamos  mejoras laborales.
En el metro un desconocido me invitó a tomar algo con él. Le dije NO. Aún así, se bajó en mi parada y fue directo a darme  un beso.
También he lidiado con la culpa, tan nuestra. Me han llamado loca, histérica y han conseguido que me sienta así, sólo por expresar mis necesidades y establecer límites.
He visto a otra mujeres como enemigas, ya que nos han enseñado a competir entre nosotras.
Pero no, chicas, ya no paso una. Ante el mínimo abuso, grito. Y he encontrado en otras mujeres mis grandes aliadas. Somos cuerpos vulnerables, pero la unión hace la fuerza. #MeToo

Beatriz Araujo

Después de la tormenta siempre llega la calma, decían, y cuando la tormenta pasó, me quedé a solas conmigo misma. Algo dentro de mí me impulsó a escribir a aquella mujer, la había odiado durante tanto tiempo…
La odiaba porque era “la mala”, la mujer que «había destrozado» la vida de mi pareja, pero cuando mi pareja se empeñó en destrozarme la vida a mí, comenzaron a cambiar las perspectivas.
Aquella mujer me dijo que sabía que algún día yo la entendería, y hoy por hoy la entiendo y la respeto. Después de años de absurdo enfrentamiento, pasamos a estar en un mismo bando, el bando de “las malas”.
Fue ahí cuando me reconocí en ella y le pedí perdón, perdón por haberla juzgado. Nos perdonamos, compartimos experiencias y nos ofrecimos nuestro apoyo. Somos muchas las que sufrimos o hemos sufrido maltrato, ya sea físico o psicológico, o acoso, disfrazado de relación amorosa.
En mi caso necesité tocar el fondo del amor insano, para que mi amor propio brotara y me sanara. No sólo me liberé de un amor tóxico, sino que aprendí a amarme a mí misma.
Hoy por hoy doy gracias a aquella mujer y a todas las mujeres que con sus testimonios nos abren los ojos y allanan el camino. El camino es largo pero la igualdad es posible.
Nunca subestiméis el poder de la sororidad#MeToo

El 23 por ciento de las mujeres de Londres Norte han sido víctimas de un intento de violación o de una violación consumada por parte de su pareja a lo largo de su vida.

ANÓNIMA

Noche de fiesta, algunos amigos, te sientes en confianza y no puede pasar nada malo. Hasta que vas al baño, sola. Cuando abres la puerta para salir te encuentras con alguien que te mira y de golpe te vuelve a meter en el baño, te arrincona contra la pared con ninguna buena intención. Intentas escapar, pero él es más fuerte. Reúnes todas tus fuerzas, le empujas y sales corriendo. Te vas del lugar con un secreto que te revuelve cada día la conciencia. #MeToo

ANÓNIMA

Me han tocado en el autobús. Me han enviado fotos de pollas en erección. Me han hecho comentarios sobre mi físico hombres de toda edad y condición. Me han hecho sentir miedo. Me han arrinconado, borracha, en el baño de un bar. Me han obligado a bajar la mano hasta la entrepierna una vez, dos, diez, mil veces. Me han obligado a bajar la cabeza hasta la entrepierna una vez, dos, diez, mil veces. Me han follado estando dormida. Supongo que me han violado. Me han disfrazado el amor de perversión. A veces he dudado si debía sentirme halagada. Siempre me he sentido culpable. Y todo porque siendo muy niña alguien me dijo que esas cosas me pasaban porque era «muy guapa». #MeToo

120 millones de niñas de todo el mundo han sufrido relaciones sexuales forzadas en algún momento de sus vidas.

ANÓNIMA

Llegó llorando. Cabizbaja. Él le había dicho a los compañeros de clase que la había tocado “ahí”. Todos se rieron. Era mentira. Avergonzada intentó contárselo a la profesora quién le espetó que se dejaran de tonterías. A la salida de clase nos acercamos a su padre quien en un alarde de elegancia le dijo delante de nosotras a su hijo que a las chicas de clase debía tratarlas como a princesas. «No, señor. No las debe tratar como a princesas sino como a compañeras», le respondí. La mirada de ella sin embargo me decía que le había fallado. Tenía sólo seis años y ya había conocido el machismo. #MeToo #HerToo

2.600 millones de mujeres y niñas viven en países donde la violación en el matrimonio no está explícitamente penalizada.

CAROLINA MÉNDEZ

El primer acoso sexual lo sufrí a los seis años, el último fue hace unas horas cuando volvía de la facultad. El primer acosador fue un vecino de casa, el último, un desconocido de la calle. Entre el primero y el último han sucedido varios: un jefe de prensa, un taxista, un colega, un profesor. He tenido que aguantar desde “propuestas sutiles” hasta hombres masturbándose en la calle. YA NO MÁS. #MeToo

BELÉN BUENDÍA

¿Sabéis qué es lo mejor?
Que a diferencia de lo que muchos piensan,
no luchamos por impulsar el feminismo.
En realidad, luchamos para que desaparezca.
Para no tener que justificarnos nunca más
por ser mujer.
Para que eso que es “normal”
empiece a ser lo que realmente es: INJUSTO.
Para dejar de tener
miedo, asco o frustración.
Para decir basta
a “asumir las cosas”.
Para que se deje de hablar
de hombres y mujeres
y se hable de personas.
Cuando deje de importar
lo que haya debajo de la ropa interior,
entonces, señoras y señores,
existirá la igualdad. #MeToo
Ilustración: Sharon Brogan ©
El Diario.es

Cariátides, zapatistas y señoras

“¿Y usted… qué país quiere?” era la pregunta en un meme que estuvo circulando ayer y en el que se podía escoger entre dos opciones de país, el de Anna Gabriel; y el de Inés Arrimadas. El meme machista mostraba dos cuerpos de mujer que servían para plantear un falso dilema basado en estereotipos sexistas y en indescrifrables delirios que van del juicio moral al estético para imaginar una nación catalana posible. O sea, más de lo mismo. Una raya más al tigre del acoso a las mujeres políticas que llevan denunciando las feministas en Catalunya casi desde el inicio del Procés y que tuvo su momento culminante cuando Gabriel, arropada por el resto de militantes de la CUP, se acercó a un micrófono y dijo: “Soy Anna Gabriel, puta, traidora, amargada y malfollada… por querer unos Pa ïsos Catalans libres y feministas…”, apropiándose de los insultos para convertirlos en materia empoderante. Y aún los medios machistas perpetraron un nuevo giro, citando la frase de Gabriel sin contexto para que quedara como una autodefinición sin más y sin olvidar la alusión a la camiseta zapatista. Una vez hecha la DUI, se ha vuelto a cuestionar en redes su sonrisa triunfal desde el balcón (“¿De qué se ríe, de que ha destruido España?”), como cuando fue captada semanas antes sonriente al lado de la policía que ya se preparaba para la represión del 1-O. Su sonrisa es siempre el símbolo de algo, es sarcástica, es burlona, es brujeril. Y es sospechosa, como la sonrisa que se le pilló a Colau en las exequias por el atentado en Barcelona. Sonrisa, rictus o flequillo, la mujer que hace política es desmembrada en el discurso y fetichizada. Solo se puede reír cuando ellos lo dicen.
Al otro extremo, la imagen de Arrimadas sigue siendo para los medios y la opinión pública un criterio de valoración para medir sus méritos políticos. Ya se lo diga el tertuliano de turno –“es físicamente atractiva como hembra joven pero políticamente inconsistente”– o un periodista estrella de El País de referencias cultas –ella es la “cariátide”, la columna esculpida con forma de mujer que sostiene el templo, “contrafigura de porcelana”, descendiente del linaje de Audrey Hepburn”, “la delfín de Albert Rivera”. Y, aunque parezca increíble, esos epítetos, después del 155 y el anuncio de elecciones, fueron su manera de celebrarla, de tomarla en serio, Oh my god. Decide entre la piojosa y la musa griega.
¿Qué pasaría si Anna Gabriel apareciera todos los días con un vestido de Zara y Arrimadas con una camiseta con el lema “Yo estoy a favor de la maternidad subrogada”? Nada. O exactamente lo mismo. Los chiclés que sirven para hundir a una elevan a la otra y viceversa. Cuando no eres la fea, eres la tonta, cuando no eres la tonta eres la roja y así. La política institucional es patriarcal y desprecia por igual a la líder sexualizada como a la que pasa de la performatividad femenina objetualizada.
Pero mejor volvamos al acertijo del meme. Aunque la propuesta es solucionarlo cual chascarrillo de instituto eligiendo entre la presunta guapa y la presunta fea, si rompemos con el filtro patriarcal lo que queda son las imágenes de dos mujeres líderes de bandos opuestos y con miradas muy distintas del conflicto, que representan muchas más cosas.
Es más, podríamos proponer un meme alternativo, el de otras dos perfectas antagonistas, Ada Colau y a Soraya Saez de Santa María, ambas presidenciables y bajo el mismo rótulo de la pregunta por el país que deseamos. Ambas participan de las reglas del sistema macropolítico y masculinizante, ninguna es antisistema y son impelidas a parecerse cada vez más a la señora Merkel y cada vez menos a sí mismas. Proyectar el estereotipo femenino de mujer respetable, desfeminizarse, desexualizarse, aseñorarse para ganar autoridad son parte del juego político cuando eres mujer y cada una resuelve esa tensión como puede. Solo cuando la número 2 de Rajoy salió hombro y pie desnudos en la portada de El Mundo llovieron las reacciones misóginas. A Colau ni siquiera le hace falta desnudarse un poco para sufrir cada tanto ataques gordofóbicos.
Por eso es casi irresistible la tentación de imaginar a Colau, Sáenz de Santa María, Gabriel, Arrimadas, incluso Forcadell y Carmena, encerradas en una habitación, sin rendir cuentas a ninguno de sus jefazos –las que lo tengan–, y luego apareciendo con un acuerdo sobre el tema catalán bajo el brazo basado en el diálogo y en la sororidad, que sus pares masculinos echaron a perder. Pero lamentablemente la idea de que la empatía, el sentido común y la capacidad de conciliación son inherentes y esenciales al ejercicio femenino del poder es paternalista y debe desterrarse junto a otros tantos prejuicios. Tampoco hace falta ser un semiótico del meme para identificar a quien trabaja por los más vulnerables y a quien trabaja por los poderosos en este país.
La política es el reino de la instrumentalización y de eso las mujeres sabemos un poco. Así que antes de preguntarnos si la “revolución” ha sido feminista o no ha sido, o de responder al meme con otro chiste reduccionista (¿Rajoy o Puigdemont? ¿Juncker o Junqueras?) deberíamos preguntarnos cuántas de estas mujeres en el poder están usándolo con fines justos, cómo lo están ejerciendo, hacia dónde, al lado de quiénes, si el poder es real o prestado, si lo hacen desde una perspectiva de género, y si se han propuesto como objetivo equilibrar la política o más bien seguir apuntalando prácticas patriarcales.
Ahora que todo es incertidumbre, lo único seguro es que en lo que venga las mujeres tendrán que seguir combatiendo en un escenario en el que prima la representación y enarbolar la praxis. La independencia también es eso.  

Así es como Maureen O'Hara denunció el acoso sexual en Hollywood... hace 72 años

Una noticia publicada por el periódico 'The Mirror' en 1945 recobra hoy actualidad y se está convirtiendo en un fenómeno viral

Ls actriz Maureen O'Hara, conocida en los cincuenta como "La reina del Technicolor", en una imagen promocional.
Ls actriz Maureen O'Hara, conocida en los cincuenta como "La reina del Technicolor", en una imagen promocional. Getty Images
Este es el extracto de una noticia que el periódico The Mirror publicó el 27 de mayo de 1945. Fue publicado en el Twitter del músico y escritor James Rhodes. Dice así:
"La estrella de cine irlandesa Maureen O'Hara acusó hoy a productores y directores de Hollywood de llamarla 'una patata fría sin atractivo sexual' porque se niega a permitir que hagan el amor con ella, según el corresponsal neoyorquino del Mirror.
'Estoy tan harta de eso que estoy dispuesta a retirarme de Hollywood', dice Maureen. 'Se ha vuelto tan insoportable que odio venir a trabajar cada mañana'. 
'Soy una víctima indefensa de una campaña de descrédito en Hollywood. Por no haber permitido que el productor o el director me besen cada mañana o me toqueteen, han contado por toda la ciudad que yo no soy una mujer, sino una fría estatua de mármol. Supongo que Hollywood seguirá sin considerarme otra cosa que no sea un frío trozo de mármol hasta que me divorcie de mi marido, abandone a mi bebé y ponga mi nombre y fotografía en todas las portadas. Si esa es la idea que Hollywood tiene de lo que debe ser una mujer, estoy preparada para marcharme ahora". 
Bra-vo.
Tras la oleada de acusaciones vertidas contra el productor Harvey Weinstein por varias víctimas que permanecieron calladas durante años (décadas, en algunos casos) y la comprobación de que tuvo que estallar ese escándalo para que se denunciase a otros hombres de la industria por motivos parecidos (el actor Kevin Spacey, los directores Brett Ratner y James Toback), es increíble ver desde 2017 como una jovencísima estrella de cine (O'Hara tenía entonces 25 años) se atrevió a hablar sin miedo de este mismo problema en 1945, hace más de siete décadas.
Uno de los grandes miedos de las víctimas de estos acosadores tan poderosos es perder trabajo, nombre y posibilidades en la industria. Es llamativo que O'Hara (que cuando habló de ese modo tan abierto ya tenía éxitos en su haber como Qué verde era mi valle, de 1941) pasó a tener sus mayores éxitos después de ese año, cuando soltó la bomba.
Llegarían después más trabajos con John Ford (El hombre tranquilo o Río Grande) y clásicos de la comedia como Tú a Boston y yo a California. O'Hara permaneció en activo hasta la década de los 2000, publicó su autobiografía Ella misma en 2004 y recibió un Óscar honorífico en 2014 de manos de Liam Neeson y Clint Eastwood. Falleció en 2015 a los 95 años debido a causas naturales en su casa de Idaho, mientras dormía. No pudo ver, por poco tiempo, como 72 años después de su valiente gesto, Hollywood empezaba a hacerse responsable de aquello que ella denunció antes que ninguna.

miércoles, 4 de octubre de 2017




¿La razón de la violencia? Que somos mujeres



Por Ascensión Marcelino Díaz
Publicado en la revista Murray Magazine





La maldad existe. Lo constato a diario porque ser indiferente al sufrimiento, a la injusticia, al dolor de millones de mujeres y de niñas, es carencia de bondad.  Por mis manos pasan cientos de jóvenes que aún piensan que la cultura justifica la barbarie, que los hombres y mujeres tienen diferentes cometidos en la vida y que ignoran que el Día Internacional Contra la Violencia hacia las Mujeres, que se celebra el 25 de noviembre, pretende visibilizar todo tipo de violencia hacia éstas: física, psicológica, sexual y simbólica.
Ignoran que violencia es casar a niñas con hombres adultos, que el acoso sexual en el trabajo o en cualquier otro ámbito, es también violencia. Que la violación es violencia. Que forzar sexualmente a la pareja, es violación. Que en España, cada siete minutos se viola a una mujer. Que la trata de mujeres y su prostitución  es violencia, que la mutilación genital es violencia. Que obligar a una mujer a que oculte  su rostro y su cuerpo para salir a la calle, es violencia. Que la lapidación es violencia.
Ignoran que la violencia hacia las mujeres es un atentado contra los derechos humanos  y que es consecuencia directa de la discriminación que sufren desde todos los ámbitos culturales, sociales y económicos, por la única razón de que son mujeres. Que tal discriminación es producto histórico del desarrollo de las sociedades patriarcales que son aquellas en las que los puestos claves de poder son ocupados mayoritariamente por varones.
Los datos están disponibles  para quienes se interesen por una pandemia que afecta al 70 por ciento de las mujeres del mundo. Como muestra: en la India, cada doce horas,  muere  una mujer quemada a manos de su marido.  En México, cuatro de cada diez mujeres mueren dentro del hogar por violencia de género y tres de cada diez en las calles. Las mujeres más vulnerables y susceptibles de ser violentadas: las separadas y divorciadas.
En Europa, los países del norte están a la cabeza de la violencia de género, siendo Finlandia, sí, han leído bien, Finlandia, el país con más violencia hacia las mujeres. El 50% de las mujeres finlandesas, suecas y alemanas ha sido víctima de la violencia por parte de los hombres en algún momento de su vida. En España, en diez años han sido asesinadas casi ochocientas mujeres por parte de sus parejas o exparejas.
¿Cómo hacer ver que el problema de la violencia hacia las mujeres es un problema estructural que afecta a toda la sociedad y que toda la ciudadanía debe luchar contra esta lacra? ¿qué la violencia debe erradicarse  tratándola desde todos  los ámbitos, fundamentalmente desde los   educativos y familiares porque son la prevención y la educación desde las primeras fases de la socialización de niñas y niños las que pueden evitar el sexismo y la posterior degradación social que produce la discriminación y la desigualdad? ¿Que los medios de comunicación deben también personarse en la causa porque aquí el sexismo acampa a sus anchas y las mismas perjudicadas lo aceptan como algo inevitable y natural?
Sé que soy afortunada. Soy mujer en España y en el siglo XXI. Puedo trabajar en una clase repleta de chicas y chicos, no tengo que taparme el rostro para salir a la calle, soy económicamente independiente, y no necesito de la firma de un hombre para comprarme una lavadora aunque a determinadas horas no pase por según que calles y de vez en cuando tenga que escuchar de boca de mujeres trabajadoras como yo, que su dinero lo manejan sus maridos, o que se sienten culpables por no estar en la cocina cuando sus hijas vuelven del colegio.
Pero no debo olvidar que, mientras escribo ésto sentada en mí confortable silla de escritorio, haymillones de mujeres en el mundo que están padeciendo una realidad que les niega el derecho a una vida digna, libre y justa. Mujeres y niñas que sufren los efectos de un sistema social que no las contempla como sujetos de derechos sino como objetos y propiedades de un padre, de un hijo, de un amo.
Como mujer y profesora intento luchar cada día con las únicas armas que conozco: el conocimiento, la palabra, el ejemplo y la educación. No soy una ingenua ni una heroína. Lucho desde la teoría y la práctica y a través de la experiencia diaria aprendo cada día nuevas maneras de enfrentarme a actitudes que connotan esa ideología que tantas veces provoca, directa o indirectamente, la violencia hacia las mujeres. Desde la ley del silencio hasta la provocación más tosca, pasando por chistes y alusiones que nos minusvaloran y ridiculizan. En esto, inevitablemente, soy jueza y parte. No puedo olvidar que soy mujer, y que nada que tenga que ver con las mujeres me es ajeno.
Sé que el trabajo no termina nunca pero mientras tenga fuerzas y me dejen, seguiré trabajando por aquello en lo que creo. ¿Demasiado idealista? Para nada.
Fotografía: the.mutator ©

Violencia machista: cuestión de(mala) educación

Por Ascensión Marcelino Díaz

Publicado en la revista Murray magazine 

   
machista
En 1999 la Asamblea general de la ONU declaró el 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra las Mujeres. La fecha recuerda el asesinato de las hermanas Mirabal, tres activistas dominicanas conocidas como Las Tres Mariposas. Mis alumnas y alumnos me preguntan por ellas. Les cuento la historia. Les insto a que busquen información en Internet. Les hablo  también de que las mujeres son más pobres que los hombres y que  la mayor parte de la riqueza en el mundo está controlada por ellos.
Les digo que en el sistema patriarcal en el que vivimos, las mujeres ocupamos posiciones subalternas, de que los puestos más altos de las empresas, de las universidades, de los consejos de dirección, de la política, son ocupados por varones, de que las mujeres más admiradas y conocidas popularmente son aquellas quienes basan su poder alrededor de la sexualidad como objetos eróticos, de que la belleza parece ser una de las cualidades más demandadas en una mujer junto con su capacidad de ser cuidadora y procreadora frente a la cualidad más demandada en el varón, que es la inteligencia y su capacidad de liderazgo y de ser proveedor de recursos económicos para la familia. De lo que cansa verse siempre en las películas como sujetos pasivos, violadas y asesinadas por psicópatas, novias de gánsteres, brujas malvadas, esposas gruñonas, dulces y abnegadas novias, que limpian y planchan, hermanas y abuelas.
Les digo que los poderes masculinos se ejercen sobre las mujeres en la sociedad y en las instituciones políticas y sociales: gobiernos, ejércitos, iglesias, cofradías,  partidos políticos, mafias, clubs, sindicatos, y un largo etcétera. Les hablo de lo importante que es que las propias mujeres como  como madres, eduquen a sus hijas e hijos en igualdad. De que enseñen a sus hijas mediante el ejemplo a no tolerar situaciones que las rebajen y degraden. De enseñar a sus hijos que por el mero hecho de ser varones no son superiores a ninguna mujer.
Los discursos machistas entre la juventud están aumentando peligrosamente. Hace poco tuvimos noticias de ello a través de una encuesta realizada por el Instituto Andaluz de la Mujer. Como profesora de filosofía, los oigo en las aulas y les ayudo a desmontar los endebles pero persistentes pilares en los que se sustentan, fomentándoles el espíritu crítico confrontándolos a sus propias prácticas relacionales. La ley educativa promulgada y aprobada por el gobierno actual retira de la enseñanza obligatoria las materias de Educación para la ciudadanía y la Educación ético cívica.
Algunos alumnos y alumnas me dicen que no son necesarias, que la ética y educación cívica que deben aprender la tienen que aprender en sus casas, que para eso están sus padres. Vuelven al contexto de la socialización primaria para tratar temas como el maltrato animal, la violencia hacia las mujeres o la inmigración, lo que está bien o lo que está mal. Serán las familias las que eduquen cuando, paradójicamente, el origen de la violencia machista se encuentra en la familia patriarcal misma. Es una vuelta a atrás, una involución, un disparate.
 Pero la ciudadanía no sale a la calle, no protesta con la fuerza necesaria. Ni siquiera las personas que saben lo perjudicial que es ésto para la educación de la juventud es capaz de organizarse y protestar contra una ley que conduce a la desigualdad más flagrante. Sin contar con que parte de la ciudadanía acepta encantada una ley que vuelve a privilegiar a quienes poseen más capital económico, cultural y social. Lo acepta, como acepta las subidas desorbitadas del recibo de la luz, de los impuestos, del agua, los despidos masivos, los desahucios de ancianas o la corrupción de los políticos. Aunque no duda en salir a la calle para celebrar que su equipo de fútbol haya ganado un partido o para asistir al sepelio de una anciana grande de España cuya gran fortuna heredada ha sido a base de siglos de expolio y subyugación del pueblo andaluz.
A estas alturas de la película ¿qué podemos decir de la violencia machista que no se haya dicho ya hasta la saciedad? Nada. Todo sigue igual o peor.  En estos últimos días han sido asesinadas en España tres mujeres más, y ya van 51 en lo que va de año, si no me equivoco. No se habla de ellas en las tiendas de barrio, ni en el trabajo, apenas en las redes sociales, no sé si en la televisión porque confieso que sólo veo cine y series. Me pregunto por la causa de tanta indiferencia. ¿Acaso nos hemos acostumbrado a vivir en un estado injusto donde la violencia hacia las mujeres es aceptada como algo normal, natural, imposible de solucionar? Ahí está el peligro. De que lo aceptemos y renunciemos a luchar contra un sistema patriarcal que sigue funcionando y girando tranquilamente en torno a los fundamentos que permiten que en todas las sociedades del mundo, desde las más desarrolladas hasta las menos desarrolladas, infravaloren y discriminen a las mujeres de modo que la violencia, en todas sus formas, desde las más sutil hasta las más evidente, sea legitimada y justificada. Pero la violencia hacia las mujeres no es un problema de mujeres. La violencia machista es un problema de TODA LA SOCIEDAD.
¿Dónde estamos y qué hacemos para acabar con esta pandemia que ha matado ya más que el terrorismo? Necesitamos de una ciudadanía concienciada en la necesidad de acabar con la ideología patriarcal que sustenta la violencia hacia las mujeres Lo he dicho en artículos anteriores y no me cansaré de repetirlo. La educación es la clave y la llave. Las leyes castigan el maltrato. Se insta a la denuncia. Pero no se ataca la raíz del problema. La violencia machista debe prevenirse. Hay que legislar y educar.
El estudio sobre la violencia de género en Europa llevado a cabo por el Centro Reina Sofía en 2006  sitúa a España en el puesto 21 de una tabla de 28 países europeos. Somos un país de una tasa relativamente baja de feminicidios: 5,15 por millón de habitantes. En países como Finlandia, Austria, Alemania y Noruega la tasa de violencia contra las mujeres es mucho mayor. Así, según la Agencia de los Derechos fundamentales de la UE (FRA), en Europa, 1 de cada 3 (aproximadamente 62 millones de mujeres) han experimentado violencia físico y sexual en algún momento de su vida desde que tenían 15 años y el 5% (más de 9 millones) declara haber sido violadas.
Son las mujeres de los países nórdicos las que más han sufrido algún tipo de violencia de este tipo: un 52% de las danesas y un 47% de las finlandesas declaran haber sido víctimas en algún momento desde que cumplieron quince años. Este informe eleva a 102 millones de mujeres que han sufrido algún tipo de acoso sexual. Donde más tocamientos sin consentimiento, chistes o comentarios obscenos se producen en Europa es en Dinamarca y Suecia. También revela este estudio que España es el país con el porcentaje más alto de mujeres (83%) que han visto o escuchado campañas de sensibilización contra la violencia machista. Pero es que hay países donde las mujeres no han sido encuestadas sobre este asunto jamás, como Bulgaria, Hungría, Luxemburgo, Letonia o Eslovenia. Y todo esto sin salir de Europa.
La Ley Integral Contra la Violencia de Género no es suficiente, ni las campañas de denuncia, tampoco. Las raíces de este mal son muy profundas y son difíciles de cortar. Es preciso que todas las instituciones sociales cooperen, que las leyes se apliquen, que la protección a mujeres en riesgos de ser maltratadas sea de verdad, que se inviertan recursos en campañas de prevención, que se invierta dinero en EDUCACIÓN y de que la ciudadanía sea consciente de que la violencia hacia las mujeres, por sutil que sea, es INTOLERABLE.
Si luchamos desde todos los frentes, si de verdad se eleva la conciencia del problema a los niveles que este requiere, entonces quizá haya esperanza para una verdadera cura del mal. Pero mientras reine la indiferencia, mientras se piensa que es un mal menor, mientras se deje en manos de expertos y hagamos como si el asunto no fuera tan grave y no tuviera que ver con nosotras,  la violencia machistas seguirá cobrándose vidas.
Fuentes: Movimiento de Género y lainformacion.com.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Rozalén: "Soy feminista, pero muchas veces he comido mierda por un tío"

MÚSICA ENTREVISTA A LA CANTANTE

Rozalén: "Soy feminista, pero muchas veces he comido mierda por un tío"

“Si votamos todos, Cataluña no se va” / “Empecé en la música y me decían ‘no eres ningún pibonazo’” / “Mi padre fue cura: dio la misa cuando se murió Franco” / “Sabina echa piropos, pero a mí no me resulta machista” / “La Constitución no la hizo Dios, no sé por qué no se puede tocar”. 

Lorena G. Maldonado 
Cuando el río suena... Rozalén lleva. La historia de María de los Ángeles es la historia de España: familiares en fosas, abuelas que acogen a vascos rebeldes en años de dictadura, padres curas que se salen de la Iglesia por amor, juicios rápidos en los pueblos pequeños, fantasmas que se te quedan mirando cuando escribes. Una familia honrada y valiente a la que ella ha salido clavaíta.
La cantautora ahonda en sus raíces cargada de dignidad y documentación y el resultado es este disco con nombre de refrán, folclórico hasta la víscera, espinoso y henchido de conciencia. Ahora que la comodidad es, más que nunca, un colchón blando de extremocentrismo, Rozalén se la juega y canjea la rabia en arte.  
La puerta violeta es puro feminismo. ¿Por qué cree que a día de hoy hay tantos artistas a los que les cuesta reconocerse como feministas?
A mí también me pasaba. Y eso que en Psicología me especialicé en Psicología del género. Pero creo que siempre ha habido un conflicto de términos y ahora es momento de cambiar las cosas. Por eso lo de “entrar en la puerta violeta”, entrar en esa dimensión. Me he dado cuenta de que me tengo que posicionar. Cuando me pregunten “¿eres feminista?”, tengo que decir: “Claro, ¿¡tú no!?”. Porque es igualdad y porque hay muchísimas cosas que hay que seguir mejorando en todo el mundo y en este país también, se nos siguen exigiendo muchas cosas a las mujeres que a los hombres no, y siguen asesinando a mujeres. Es un problema gordo.
No podemos mirar hacia otro lado. La canción habla, en realidad, de una regresión consciente que me hicieron a mí, todo muy místico (ríe). Son imágenes a las que mi cabeza me fue llevando para que entendiese ciertas cosas. Pero de verdad que la puerta que yo pinté era de color violeta; el prado verde eran Los Pirineos, que solamente estuve una vez, pero se ve que se me quedó muy clavado… y cuando me puse a escribir la canción, pensé que debía compartir esas imágenes porque es una canción que cada uno puede llevarse a donde quiere, es muy sutil lo del feminismo, pero quien lo quiera ver, lo ve claro.
¿Ha experimentado algún tipo de prejuicio por ser mujer; o algún obstáculo al que crea que sus compañeros de profesión no han tenido que enfrentarse?
He sentido las dos cosas, porque en mi ambiente son casi todo hombres y también he sentido que resaltaba por eso. No puedo hablar mal de mis compañeros, siempre me he sentido muy respetada por ellos, pero a la vez, con el público… a mí al principio,c cuando empecé en la música, me hacían comentarios del tipo: “¿Perdona? Eres una tía normal y corriente. No eres ningún pibonazo”.
Pero, ¿y esa desfachatez?
Sí, y con mucha más mala leche. ¿Por qué me juzgan a mí por esto…? Hasta en los photocall. Al principio lo pasaba fatal, porque sabía que iba a haber medios que iban a hablar de cómo iba vestida. Ahora ya me lo tomo de otra manera, me divierto, me mola la moda, me gusta verme bien, hago deporte porque me sienta bien… y si me pinto la raya del ojo es porque yo quiero. Pero sí, sí, te das cuenta de que hay mucho machismo en ese sentido.
¿Cuál es su opinión sobre el contenido machista de las canciones? Siempre se ha criticado el reguetón, pero últimamente se están cuestionando hasta temas de Sabina. Fue el caso de Contigo, de la que decían que reproducía roles de género. Eso de “tú estás en la casa y yo espérate, que ya veremos”.
Claro… yo cuando vi eso de Sabina, dije “a ver...”. Porque yo soy feminista pero muchas veces he comido mierda por un tío, y lo cuento en las canciones: que he besado el suelo y me he arrodillado ante un tío, ¿sabes?, y eso no significa que yo deje de ser feminista. Sólo que mira, caí en esto. Y lo comparto. Este tema lo he hablado con un montón de amigos autores. Que si a Sabina le quitas esto… le quitas el ser callejero, el hablar de bares, de alcohol, de la mujer de esa manera… yo he estado con Sabina y es un tío que echa piropos, pero a mí no me resulta nada machista. Me resultan más machistas otras miradas, de éstas de arriba a abajo… que no son tan elegantes como él. Yo lo defiendo. Y defiendo la libertad de expresión y la poesía. A mí me pasa. Llega un momento en el que le das mil vueltas a las canciones para no molestar a nadie.
Y si nos ponemos ejemplarizantes todo el rato, coartamos libertad artística.
Exactamente. Pero es que luego ya está el otro extremo. A mí hay letras de reguetones de ciertos latinos que sí que es una falta de respeto máximo.
¿Cuál recuerdas, flagrante?
Bueno, cuando te están diciendo “perréame”… Joder. Que si “estoy con todas vosotras...”.
Cuatro babys.
Será, es que tampoco lo he escuchado mucho. Porque no me interesa. El límite no sé dónde ponerlo, sinceramente. Yo entiendo que alguna mujer me diga “es que esto que dice Sabina me molesta”, pero a mí no me molesta eso, lo otro sí. Porque creo que es un tono muy diferente, y que en el reguetón no hay poesía.
Hablemos de la canción Justo. Cuenta una historia ambientada en la Guerra Civil y en la leva del biberón.
Mira, yo he vuelto a creer en los fantasmas, después de lo que me ha pasado con él. Es mi tío abuelo, yo he crecido con esta historia en mi casa. Mi abuela me relacionaba mucho con él, porque él cantaba. Ella tenía diez años cuando a él se lo llevaron a la guerra, y fue el único que no regresó al pueblo. Este dolor siempre ha estado en mi familia, mi abuela se acuerda perfectamente de todo: cuando le dieron una carta de vuelta, que eso ya significaba que algo le había pasado; ese mismo día llegó una carta del compañero diciéndole a su madre “mamá, a Justo lo han matado”, y bueno, la gente recuerda a mi bisabuela bajando por la cuesta gritando “canallas, me lo habéis matado”… fue un grito que perduró mucho tiempo.
Entonces yo me obsesioné con él hace dos años y empecé a indagar mucho sobre él, a preguntarle mucho a mi abuela… tengo entrevistas en mi teléfono de horas, porque se acuerda de todo ella, es tan bestia (sonríe). Y me pasaban cosas muy raras. Yo escribía la canción y me entraban unos escalofríos muy raros. Yo no paraba de decirle a mis amigos “macho, llevo un fantasma en la nuca”. Y después de eso mi compañero, Dani, me presenta a Emilio Silva, que es el presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, y me dijo Emilio “pues dame los datos de tu tío abuelo por si alguna vez tenemos a alguien que quiera investigar sobre esto”.
Y el 1 de noviembre, el día de los muertos, recibo un Whatsapp de Emilio y me dice “María, no te lo vas a creer, pero Justo está registrado en una fosa común en Arganda del Rey con otros doscientos y pico soldados de la Batalla del Jarama”. Imagínate el momento de llamar a mi abuela. Yo que en Psicología había estudiado las fases del duelo y qué ocurre ante un desaparecido, que no se cura nunca, pues claro, cómo no voy a contar eso. Yo no sabía qué hacer con la canción y esto me dio el final perfecto. Yo soy un canal y Justo ha querido contar eso. Muchas frases de la canción son frases de mi abuela. Mi abuela dijo “antes de morir le tengo que llevar una flor”…
La artista Rozalén.
La artista Rozalén.
¿Y por qué cree que al PP no le interesa hablar de Memoria Histórica ni resarcir a las víctimas?
No lo sé, porque no es inteligente, ni terapéutico, ni nada, porque mira lo que está pasando: la gente se está volviendo a radicalizar. Y eso es porque no se habla de dónde venimos, y porque ha pasado hace muy poco tiempo. Entonces… quizá no lo sepan. Quizá el PP no sepa que cuando no hablas de Memoria Histórica, estás haciendo que se pudra y que huela mal, y que no se cure, pero si se habla… mira, yo ahora hablo con los nietos de abuelos que fueron contrarios en la guerra, que mataron a los míos, y nos queremos. Y sabemos que nuestros abuelos se mataron unos a otros, y nos abrazamos.
Por eso hay que hablar. Estas canciones las he hecho más pensando en el que no opina como yo. Porque yo creo que alguien que diga todo eso… y escucha esta canción… no me puede decir nada. Está contada desde la historia personal. ¿Qué me va a rebatir? Y si no se alegra de que se encuentre a un desaparecido, tiene un problema.
¿Franco está muerto o aún pulula por aquí…?
Franco está… están en altos cargos los mismos que estaban. No ha muerto. En absoluto. ¿Has visto El Rey, la obra de Alberto San Juan?
No, cuénteme.
Entiendes tantas cosas… fui a verla y salí loca. Había cosas que sabía y la gran mayoría que no. Aquí está todo tapado. Viva Alberto y el Teatro del Barrio, y Willy Toledo, cuando no se pone cafre (ríe).
He leído que una de las canciones, Amor prohibido, se la dedica al romance de sus padres, porque su padre fue cura durante diez años.
Diez años… yo vengo de una familia católica practicante, y lo siguen siendo: son súper creyentes. Y yo, de la Iglesia que conozco, no puedo hablar mal, aunque esté de moda hablar mal de la Iglesia. Yo canto porque empecé tocando en un coro de Iglesia, con un cura de barrio súper progre. Ya te digo, y he hecho Cooperación… e increíble, eso sí, cuando fui a El Vaticano no entendí nada. Y por desgracia, yo ya no creo, aunque haya vuelto a creer en fantasmas. Mi padre era sacerdote de vocación, aunque antes había muchos que se metían para estudiar, pero él no, él estaba convencidísimo. Y cuando llegó a Letur, el pueblo donde todo sucedió, el primer ser vivo que vio fue a mi madre. Mi madre llevaba una lata de dulces al horno… es la mayor de seis hermanos. Son familias muy humildes, las dos. Años después sería la madre de sus hijos.
Mi padre fue de los primeros sacerdotes que se salió, y claro, para ellos fue muy duro por las críticas. A mi madre le dijeron absolutamente de todo, a mi padre imagínate…
Esto, ¿qué año era?
Pues mi padre dio la misa el día que murió Franco… setenta y largos. Ellos se casaron por lo civil en el ochenta, celebrándolo en una iglesia. Y ya años después, que ya mi hermano y yo estábamos bastante crecidicos, les llegó la orden del Papa para poder casarse por la Iglesia. Eso fue un paso que dio la Iglesia mucho más tarde. Mis padres no me hablan casi nada de esto porque se avergüenzan.
Es una historia bellísima y valiente.
Es bellísima, pero a mi madre le llegaron a tirar piedras en el pueblo.
No me lo puedo creer…
Sí. En unas fiestas. Le dijeron de todo. ¡Por haberse enamorado! Es un tema delicado, pero mis padres ahora son muy queridos, en el pueblo y en Albacete. El amor manda. Él sentía que estaba siendo infiel a Dios, pero se había enamorado, porque el ser humano se enamora, y tiene sexo, y esas cosas… que son tan sanas.
¿Es necesario el voto de castidad para concentrarse en hacer el bien y ayudar a los demás? Es decir, ¿tiene sentido el celibato en 2017?
Pues no. Claro que el celibato no tiene sentido en 2017. Y en la gran mayoría de las religiones, los sacerdotes se casan y no pasa nada. Los amigos que tengo dentro de la Iglesia y defienden esto, sí que dicen que de esta manera se está más entregado a la causa y tal, pero no me parece sano a nivel humano, porque cuando te reprimen, después suceden cosas.
La artista Rozalén.
La artista Rozalén.
El hijo de la abuela. Entiendo que el protagonista nació en Euskadi, en un momento en el que, según canta, todo “era complicado si tenías ideales y hacías mucho ruido”. Su único crimen, dice, “es el pensamiento libre”.
Éste es el tema más delicado. A ver. Primer asesinato de ETA: Melitón Manzanas. Esto fue en el 68. En El País Vasco, toda la gente que estaba fichada por cualquier cosa (por haber repartido propaganda, por poner en una pared ‘independencia’, por juntarse con gente en Asamblea… ese tipo de crímenes)… con esa excusa, cuando sucede este asesinato, cogen a cientos de vascos y los encarcelan, los torturan y los destierran. Y de esto no habla casi ningún libro de Historia de España ni nadie conoce nada. Yo lo conozco porque uno de éstos, Miguel, llegó a casa de mi abuela.
A la gente que podía “molestar” la desterraron a tomar por culo: de Donosti a Letur, imagínate, en el 68. Nadie sabía lo que era ETA. Estaba naciendo. Miguel llega detenido a Letur. Lo pasean por el pueblo a ver quién lo acoge. ¡Pues nadie lo acogía! Mi abuela sí que hospedaba a gente en casa, y a ella le dijeron: “Ángeles, tiene que quedarse con él...”. Antes no se daban explicaciones de nada de nada, y la gente tampoco tenía la ocasión de justificarse. Mi abuela siempre dice que lo presentaron como un etarra. Miguel tenía 20 años. Ella lo miró y le preguntó: “¿Tú tienes madre?”. “Claro, señora”. Y dice ella que le dio un puñetazo en el pecho, una intuición, un algo, y pensó “ay, Dios mío, si esto le pasa a algún hijo mío”. Mi abuela es una punki (risas). Ella sintió que era un hombre bueno, y le dijo “pasa para acá”.
Todos los días tenía que fichar en el cuartelillo, y a mi abuela la criticaban un montón, le mandaban anónimos por debajo de la puerta… cuando en los periódicos empezaban a poner “nacimiento de una banda terrorista”… pero bueno, se demostró que él no había hecho nada malo, aunque ya lo habían torturado y todo. En la dictadura se pasaron con todo el mundo, pero con los vascos se lucieron. Luego a Miguel lo enviaron a la mili, y se salvó. Al cambiar la dirección, mi abuela y él perdieron el contacto durante casi cuarenta años… y hace dos años, a través de una amiga mía de Donosti, encontramos a Miguel. Le contamos la historia, se quedó flipando, hizo cuatro llamadas y dio con él. Y a mí en la anterior firma de discos, se me presenta un señor con toda su familia, con lágrimas en los ojos, vasco, vasco, vasco… y me dijo “María, que soy Miguel, el hijo de tu abuela”.
Ahí está el título de la canción. 
Efectivamente. Y ya Miguel me contó todo: la represión brutal que sufrió él y tanta gente que no lo merecía. Él tiene una hija de cuarenta y pico años que no sabía nada de esto. Y esta semana santa vinieron a Letur, nos hemos vuelto a reencontrar. Él aún tiene miedo, le cuesta contar algunas cosas. Es un tema muy delicado, es el principio de ETA y me quedo con la historia que puede estar relacionada con los refugiados de ahora. Mi abuela me ha enseñado: “acoge sin prejuicios”, porque ella se llevó una historia de amor brutal. Un hijo más.
Usted es una persona muy libre. He leído entrevistas en las que decía que está orgullosa de ser española pero también se siente ciudadana del mundo. ¿Cree que Cataluña tiene derecho a la independencia o al referéndum?
Es que Cataluña es casa para mí también. Toda mi familia emigró de Letur a Terrassa. Tengo a media familia allí, en Cataluña. Yo creo que tienen derecho a la independencia, tienen derecho a opinar, pero que se debería hacer de otra manera.
¿Se refiere a que están fallando las formas?
Sí, están fallando las formas, pero de unos y de otros, porque si hay más apertura al diálogo se pueden llegar a acuerdos. De esta manera… uno lo hace de forma ilegal, otros ensalzan una Constitución que, oye, ¡la hicieron hombres!, no la hizo ningún Dios. No entiendo por qué no se puede tocar. Pues claro, ahora pasa esto: se está radicalizando la gente. Yo me siento española, me siento catalana, me siento serrana, manchega… y creo que la gente se debería relajar más con todo y sentarse a hablar, y ver qué se puede solucionar, pero sin una verdad como bandera. A mí si se quieren independizar… me daría pena, pero tienen que elegirlo ellos.
¿No cree que esa decisión tengamos que votarla todos los españoles?
No sé, es complicado. Es que si votamos todos, no se van (risas).